lunes, 16 de octubre de 2017

NERVA SEDENTE

Ante nuestros ojos nos encontramos con una escultura sedente, en bulto redondo, elaborada en mármol blanco. En ella se puede contemplar a un hombre sentado sobre una especie de trono; su cuerpo aparece semidesnudo, torso descubierto y piernas y brazo izquierdo tapados mediante una toga. Dicho torso aparece esculpido de tal manera que muestra su musculatura atlética sin ser esta realmente exagerada. Su brazo izquierdo reposa en el trono mientras que el derecho está alzado portando un pergamino enrollado. Su cabeza, ligeramente orientada hacia la derecha, muestra un gesto serio y dominante, con unos ojos llenos de prepotencia, superioridad y poder. Sobre su frente arrugada, el pelo ceñido a la cabeza, poco alborotado aunque con cierto grado de descuido. Se hace patente su avanzada edad tanto en las arrugas del cuello como en las de la frente, así como la escasez de cuero cabelludo en la zona occipital coronaria.

La escultura representa al emperador Nerva (96-98 d.C.) esculpido de una manera apoteósica, es decir, de manera divinizada a imagen y semejanza que Júpiter, Dios supremo del panteón romano: entronizado y con las piernas cubiertas mediante una toga, iconografía heredada de la Grecia Clásica del Dios Zeus. Nerva aparece representado de una naturalidad sorprendente en lo que se refiere al retrato de su rostro donde se hace patente el paso del tiempo en su vejez, modo de representarte propio de la Dinastía Flavia, con el fin de transmitir un mensaje de cercanía y humanidad a la plebe del Imperio, aspecto que contrasta con la actitud de superioridad característica de la época Augusta, de quien es más propia ese estilo apoteósico de representarse.

Nerva se encuentra a caballo entre las dinastías Flavia y Antonina, pese a que se suele incluir en esta última. Durante sus dos breves años de gobierno amnistió a los encarcelados en la época de Vespasiano por mandato de este emperador, liberó los impuestos con el fin de aliviar al pueblo más necesitado, y otorgó una cierta cantidad de privilegios a las provincias romanas. Es asesinado en el año 98 a la edad de 67 años, sucediéndole en el cargo el emperador hispano Trajano, quien da comienzo, verdaderamente, a la Dinastía Antonina.

A pesar de la preocupación por la realidad humana vigente en el rostro del personaje, está representado de una manera divinizada, idealizada y apoteósica con el fin de mostrar su superioridad respecto al poder como Emperador y como Jefe del Estado y de la legislación, de ahí su brazo alzado con el pergamino. Está representado como el Dios supremo de los dioses romanos, actitud que transmite al pueblo a modo de contacto directo con la divinidad, lo que se puede interpretar como el poder del emperador otorgado por parte de los dioses en este cambio dinástico; significando también la superioridad suprema de la figura del Emperador con respecto al resto de personas del Imperio. De ahí también su mirada alzada, indicando supremacía y hegemonía a todo aquel que lo contemple. Muestra clara influencia de los cánones de belleza griegos heredados de la época clásica que nos transportan a la idea de sublimidad y de idealización de la suma perfección; recordemos que la belleza para los griegos se encuentra en la disposición armónica de las partes, recordemos los ideales de belleza griegos y la idealización de la belleza platónica (belleza estética, cognoscitiva y moral). El hecho de que su rostro se muestre naturalista en cuanto a su edad, es heredado de la escultura etrusca, retomado en épocas republicana y flavia, de ésta última mantiene la tradición heredada debido a la cercanía cronológica que hace patente su procedencia; recordemos también aquí que la Filosofía Estoica reconoce la superioridad de la belleza espiritual respecto de la sensible, de ahí el intento de transmitir la personalidad humana y cercana de los personajes en un ejercicio propagandístico.

NERVA SEDENTE



David Sánchez Serrano y María Mínguez Redondo (URJC - Historia y Turismo).

No hay comentarios:

Publicar un comentario